Madres paralelas / Parallel Mothers

Un círculo perfecto con la identidad y la memoria en el centro de la escena / A perfect circle with identity and memory at the center of the scene.

por Daniel Burman

En esta película bastante incomprendida, Almodóvar consuma la osadía de asociar la memoria histórica sobre los crímenes del franquismo con un melodrama sobre maternidades entrelazadas, tan intensas como perturbadoramente contingentes, trazando un círculo perfecto con la identidad en el centro de la escena. Lo provocador del film se hace carne en su protagonista Janis (una magnífica Penélope Cruz), un personaje sometido a tremendos dilemas que expresan la dialéctica, las contradicciones y finalmente la síntesis entre lo privado, lo militante y lo histórico. Y que lo haga Almodóvar, en una España que asiste al resurgimiento de la extrema derecha, es toda una declaración de principios.

Janis (Penélope Cruz) es una fotógrafa profesional. Luego de una sesión de fotos para Arturo, un reputado arqueólogo forense (Israel Elejalde), ella procura interesarlo en la exhumación de las víctimas del franquismo sepultadas en una fosa común en su pueblo natal. Más tarde, Janis, a punto de dar a luz, conoce a Ana, también en trabajo de parto (Milena Smit), sin sospechar que los destinos de ambas quedarán estrechamente enlazados.

Sin dudas que estamos ante una película que está siendo bastante incomprendida. A través de un guion sumamente inteligente y hábil, Almodóvar tiene la osadía de entrelazar el melodrama con la memoria histórica sobre el franquismo. Y lo hace con una historia sobre varias maternidades entrecruzadas y tan contingentes como asumidas o abandónicas, con la identidad en el centro de la escena. Resulta muy perturbadora esa asociación que aparece en el relato entre la intensidad del sentimiento maternal, la biología y el azar.

Lo provocador del film se hace carne en Janis, un personaje sometido a tremendos dilemas que expresan la dialéctica, las contradicciones y finalmente la síntesis entre lo privado, lo militante y lo histórico (dilemas que Cruz expresa admirablemente a partir de sus gestos y su lenguaje corporal). A través de ella y del choque generacional con Ana respecto de la memoria histórica, el director de algún modo actualiza y “cotidianiza” un tema entre tabú y difícil para los españoles aún en la actualidad, como es la dictadura franquista y la impunidad de sus crímenes.

Almodóvar ha arribado como cineasta a una innegable de madurez, ya no interesado en seguir siendo un enfant terrible. Por supuesto que no estamos ante una comedia ni se trata de una historia coral; el realizador cultiva un estilo más relajado: no renuncia al melodrama (esencial en su filmografía) pero sí a la crispación y al barullo de otras películas suyas. Continúa con su ya consolidado manejo de las líneas temporales, jugando a veces con el espectador haciéndole creer que algunos flashbacks son elipsis, por ejemplo. La fluidez de la narración es ejemplar y evita ciertos excesos formalistas y los rebuscamientos estructurales un tanto pretenciosos de varias películas de su última etapa (un buen ejemplo de esto sería La mala educación), que creaban un distanciamiento emocional con el espectador. Siempre sabe cómo poner la cámara y cómo y donde situar a sus personajes; logra bellos efectos con sus esfumados que sumergen en las sombras a la atribulada Janis al final de algunas escenas.

En suma, a través del personaje de Janis, una nueva y gran heroína almodovariana, magníficamente interpretada por Penélope Cruz, y como se apuntó arriba, Almodóvar realiza la operación de poner en conflicto de manera vibrante y conmovedora (por momentos cercana al thriller) lo privado con lo militante sobre un pasado que España no termina de procesar y que prefiere sepultar en el olvido. Y que lo haga Almodóvar, con la contundencia de las palas y los huesos, en una España que asiste al resurgimiento de la extrema derecha, es toda una declaración de principios.

In this rather misunderstood film, Almodóvar consummates the audacity of associating the historical memory of the crimes of the Franco regime with a melodrama about intertwined motherhood, as intense as it is disturbingly contingent, tracing a perfect circle with identity at the center of the scene. The provocativeness of the film is made flesh in its protagonist Janis (a magnificent Penelope Cruz), a character subjected to tremendous dilemmas that express the dialectic, the contradictions and finally the synthesis between the private, the militant and the historical. And that Almodóvar does it, in a Spain that is witnessing the resurgence of the extreme right, is a declaration of principles

Janis (Penelope Cruz) is a professional photographer. After a photo session for Arturo, a renowned forensic archaeologist (Israel Elejalde), she tries to interest him in the exhumation of Franco’s victims buried in a mass grave in her hometown. Later, Janis, about to give birth, meets Ana, also in labor (Milena Smit), without suspecting that their destinies will be closely linked.

Undoubtedly, we are facing a film that is being quite misunderstood. Through an extremely intelligent and skillful script, Almodóvar has the audacity to intertwine the melodrama with the historical memory of the Franco regime. And he does it with a story about several intertwined motherhoods that are as contingent as they are assumed or abandoned, with identity at the center of the scene. The association that appears in the story between the intensity of maternal feeling, biology and chance is very disturbing.

The provocation of the film becomes flesh in Janis, a character subjected to tremendous dilemmas that express the dialectic, the contradictions and finally the synthesis between the private, the militant and the historical (dilemmas that Cruz expresses admirably through his gestures and his language bodily). Through her and the generational clash with Ana regarding historical memory, the director somehow updates and “everyday” a taboo and difficult topic for Spaniards even today, such as the Franco dictatorship and the impunity of its crimes.

Almodóvar has arrived as a filmmaker at an undeniable maturity, no longer interested in continuing to be an enfant terrible. Of course, this is not a comedy nor is it a choral story; the director cultivates a more relaxed style: he does not renounce melodrama (essential in his filmography) but he does renounce the tension and hubbub of his other films. He continues with his well-established handling of time lines, sometimes playing with the viewer by making him believe that some flashbacks are ellipses, for example. The fluidity of the narration is exemplary and avoids certain formalistic excesses and the somewhat pretentious structural sleights of several films from his last stage (a good example of this would be Bad Education), which created an emotional distance with the viewer. He always knows how to set up the camera and how and where to position his characters; he achieves beautiful effects with his fades that plunge the troubled Janis into the shadows at the end of some scenes.

In short, through the character of Janis, a new and great Almodovarian heroine, magnificently played by Penélope Cruz, and as noted above, Almodóvar carries out the operation of conflicting in a vibrant and moving way (at times close to a thriller) what private with the militant about a past that Spain has not finished processing and that it prefers to bury in oblivion. And that Almodóvar does it, with the forcefulness of the shovels and the bones, in a Spain that is witnessing the resurgence of the extreme right, is a declaration of principles.

Originally published at http://impresionescinefilas.wordpress.com on February 28, 2022.